
Exterior: El desafío al régimen comunista: nuevas protestas pese al despliegue militar
Ultimátum de China a los tibetanos
Pekín alertó a los monjes y manifestantes que tienen plazo hasta mañana para recibir clemencia o les caerá "todo el peso de la ley"
Para Pekín, no peligran los Juegos Olímpicos
Enfrenta pedidos de boicot; la antorcha pasará por el Tíbet
Una ciudad sitiada y una búsqueda "casa por casa"
Lhasa, ocupada por los blindados chinos
Hu Jintao seguirá otros cinco años
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Opinión: El incierto destino de la Argentina
Por Ricardo Esteves Para LA NACION
Domingo 16 de marzo de 2008 Publicado en la Edición impresa
Un joven que lava copas en un restaurante de un país pobre gana 60 dólares al mes, alrededor de 300 en un país de desarrollo intermedio como el nuestro, y en torno a 2000 en un país avanzado como Canadá. Además, goza en este último de unas condiciones laborales muy superiores a las que pueden brindarle los otros países del caso, desde un baño digno donde asearse hasta un transporte seguro para acceder al trabajo -quizás, hasta tenga allí su propio coche. La tarea es la misma, pero la paga no depende de la capacidad del trabajador ni de su rendimiento, sino de la estructura productiva del país. Por el parámetro de la retribución y de las condiciones humanas del trabajo, a mayor nivel de desarrollo es más alto el grado de justicia social.
En los años 50 del siglo pasado, la Argentina formaba parte del mismo pelotón de países en que estaban Australia y Canadá. La base de su estructura productiva eran el agro, una incipiente industrialización y el impulso a la industria energética que propiciara Perón. Con la revolución verde en Europa y Estados Unidos y el consiguiente aumento de la productividad por hectárea, cayeron los precios agrícolas y por ende, los ingresos de la sociedad argentina. Esta no se resignó a sacrificar su nivel de consumo al grado que exigían las circunstancias, generándose un desequilibrio entre ingresos y gastos que trató de corregirse -sin éxito, claro está- probando todo tipo de atajos y artificios, que ocasionaron bruscos cambios en las reglas de juego que ahogaron a la industria naciente e interrumpieron la promisoria evolución de todos los otros sectores productivos del país.
Para poder avanzar, había que aceptar dar un paso transitorio hacia atrás, restringiendo aún más el gasto. Luego de ello, la Argentina hubiera evolucionado hacia el desarrollo, pues tenía un enorme potencial. ¿Integra hoy el país por su fuerza productiva el pelotón donde están Chile, México y Brasil? Aunque no dispone del aparato industrial o de las empresas de avanzada de Brasil, ni de las de servicios y el complejo minero con que cuenta Chile, está en ese grupo gracias a la modernización y eficiencia que ha alcanzado el sector agropecuario. Para seguir a esos países, deberá vigilar que el gasto colectivo no exceda límites que ahoguen la rentabilidad de los sectores productivos, como sucedió en los 60 años en que el país sólo conoció la postergación.
Más allá de que el Estado deba mejorar la paga a sus funcionarios jerárquicos (debe ser una opción para puestos calificados, a fin de estimular el perfeccionamiento y mitigar la migración de talentos) sólo el sector privado puede proporcionar a la sociedad una masa crítica de empleos bien remunerados. Es hora entonces de prestar atención a los empleadores. Durante 60 años se ignoraron sus requerimientos y el foco se centró exclusivamente en los derechos del trabajador y del consumidor (es decir, en la base electoral) y por ese camino sólo hemos logrado empleados cada vez más pobres y consumidores de segunda.
Aunque parezca paradójico, hoy día la vía más efectiva para acceder a un nivel más alto de justicia social pasa por motivar y facilitar la tarea de los empleadores y los emprendedores, aun cuando éstos carguen con los mismos defectos y virtudes del común de los argentinos. Si no les allanamos el camino, la estructura productiva no se desarrollará y correremos el riesgo de que el pelotón que hoy integramos nos deje afuera, y que los jóvenes que en unos años laven copas en los restaurantes de Santiago de Chile o de San Pablo dupliquen el ingreso de sus colegas locales. El crecimiento en esos países se basa en una acción mancomunada entre Estado y sector privado, y con la convicción de éste, que el Estado no modificará las reglas de juego con las cuales decide sus inversiones, ya sea con impuestos sorpresivos o topes a los precios para favorecer al consumidor.
Cada vez que el Estado irrumpe en el mercado para sacrificar la rentabilidad empresaria en favor del consumo, está relegando la inversión -porque ningún empresario invierte si no tiene rentabilidad y reglas estables-, y sin inversión no evolucionarán ni la estructura productiva ni el consumo social en el mediano y largo plazo. Hace 60 años nuestro país tenía la estructura productiva más desarrollada y pagaba los salarios más altos de América latina. Hoy Brasil produce aviones y muy pronto fabricará helicópteros y submarinos. Más allá de que la soja ceda en forma directa al fisco casi la mitad de su valor y sea un factor decisivo en la recaudación, la Argentina no debe depender exclusivamente de su cultivo ni solamente del agro. Debería fomentar la diversificación de su producción, tratando de incluir un mayor grado de componente innovativo. A diferencia del alto gasto de los años 90, que se financió con venta de activos públicos y crédito externo, el de esta década se sustenta en bases más sólidas, con una producción agrícola que creció en volumen y precios excepcionales. Esos nuevos precios internacionales nos han retrotraído a un escenario similar al de hace 60 años. Ello no alcanza si sólo sirve para recrear la ilusión del consumo de otras épocas. Debería ser la ocasión para generar un envión productivo que brinde un nuevo nivel de bienestar y mayor justicia social para todos los argentinos, incluidos obviamente los jóvenes que lavan copas. El autor es empresario.
Política
El gremio de Moyano, en la mira judicial por un crimen
Avanza la causa por la muertede Beroiz; hermetismo gremial
El líder de la CGT le dijo a Kirchner que el caso no lo toca
El sindicalista conserva apoyo para ir al PJ y para ser reelegido en la central obrera
Cómo el sindicato de los camioneros se convirtió en una herramienta de poder
Recibe $ 200 millones anuales en subsidios; controla el transporte de carga y peajes
Hoffa, el modelo que marca al líder sindical
El crimen del dirigente camionero
"Ahora hay que ir por los autores intelectuales"
Es el reclamo de la hermana de Beroiz
Los cien días de Cristina: crecimiento, inflación y reformas pendientes
El desafío de hallar un perfil propio
Comenzó el gobierno con intención de mejorar las relaciones exteriores, pero hubo traspiés con otros países; alianzas clave
Las mismas alianzas
La economía, en "piloto automático"
Hubo pocos cambios en la gestión
Menos conflictos con la Corte Suprema
El Gobierno puede contar con jueces afines
Los cien días de Cristina: contraste con la gestión de su marido
Se consolidó la imagen positiva en tres meses
Inseguridad e inflación, los dos mayores reclamos populares
Los negocios con Venezuela
La relación cada vez más estrecha entre los dos gobiernos ha impulsado un fuerte comercio entre ambos países que transcurre por carriles informales donde aparecen figuras como los intermediarios, que ocupan un lugar reservado para la Cancillería
No confían en Enarsa como socia
Creen que no tiene capacidad financiera para trabajar con Pdvsa en el Orinoco
Relación bilateral
Sigue trabado el salvataje de SanCor
De los US$ 135 millones comprometidos por Venezuela, sólo llegaron 15 millones; se espera una decisión política de Chávez
Bicicleta financiera con bonos argentinos
Así eluden el control de cambio
Después de la devaluación, en la Argentina prefieren ejecutivos que tienen entre 45 y 50 años y, además, que sean locales
Es difícil encontrar talentos
La Argentina pierde lugares en el mundo
Al margen de la semana
Un gobierno que se mete en casi todo
Una tradición que volvió a la Plaza de Mayo
Una fiesta musical de los granaderos para la gente
Casi 2000 personas asistieron ayer al cambio de guardia
Encuesta de TNS Gallup para LA NACION
Los argentinos, orgullosos ante el arribo de extranjeros
Lo consideran clave para la economía
Noche inolvidable en Vélez: la vuelta de un grande del rock
Bob Dylan emocionó a varias generaciones de fanáticos
El legendario músico se presentó ante casi 25.000 espectadores que lo ovacionaron
El hombre que cultivó mil estilos distintos
Cultura
Inquietantes datos del Ministerio de Educación
No aprueba ninguna materia el 25% de los universitarios
Alumnos de distintos niveles descubren que no es su vocación o fracasan en los exámenes
Opinión
Editorial I
En secreto, la SIDE gasta cada vez más
Editorial II
Enseñar en el amor y el diálogo
Nada para la sociedad; todo para el Estado
Por Mariano Grondona
Por Ricardo Esteves Para LA NACION
Domingo 16 de marzo de 2008 Publicado en la Edición impresa
Un joven que lava copas en un restaurante de un país pobre gana 60 dólares al mes, alrededor de 300 en un país de desarrollo intermedio como el nuestro, y en torno a 2000 en un país avanzado como Canadá. Además, goza en este último de unas condiciones laborales muy superiores a las que pueden brindarle los otros países del caso, desde un baño digno donde asearse hasta un transporte seguro para acceder al trabajo -quizás, hasta tenga allí su propio coche. La tarea es la misma, pero la paga no depende de la capacidad del trabajador ni de su rendimiento, sino de la estructura productiva del país. Por el parámetro de la retribución y de las condiciones humanas del trabajo, a mayor nivel de desarrollo es más alto el grado de justicia social.
En los años 50 del siglo pasado, la Argentina formaba parte del mismo pelotón de países en que estaban Australia y Canadá. La base de su estructura productiva eran el agro, una incipiente industrialización y el impulso a la industria energética que propiciara Perón. Con la revolución verde en Europa y Estados Unidos y el consiguiente aumento de la productividad por hectárea, cayeron los precios agrícolas y por ende, los ingresos de la sociedad argentina. Esta no se resignó a sacrificar su nivel de consumo al grado que exigían las circunstancias, generándose un desequilibrio entre ingresos y gastos que trató de corregirse -sin éxito, claro está- probando todo tipo de atajos y artificios, que ocasionaron bruscos cambios en las reglas de juego que ahogaron a la industria naciente e interrumpieron la promisoria evolución de todos los otros sectores productivos del país.
Para poder avanzar, había que aceptar dar un paso transitorio hacia atrás, restringiendo aún más el gasto. Luego de ello, la Argentina hubiera evolucionado hacia el desarrollo, pues tenía un enorme potencial. ¿Integra hoy el país por su fuerza productiva el pelotón donde están Chile, México y Brasil? Aunque no dispone del aparato industrial o de las empresas de avanzada de Brasil, ni de las de servicios y el complejo minero con que cuenta Chile, está en ese grupo gracias a la modernización y eficiencia que ha alcanzado el sector agropecuario. Para seguir a esos países, deberá vigilar que el gasto colectivo no exceda límites que ahoguen la rentabilidad de los sectores productivos, como sucedió en los 60 años en que el país sólo conoció la postergación.
Más allá de que el Estado deba mejorar la paga a sus funcionarios jerárquicos (debe ser una opción para puestos calificados, a fin de estimular el perfeccionamiento y mitigar la migración de talentos) sólo el sector privado puede proporcionar a la sociedad una masa crítica de empleos bien remunerados. Es hora entonces de prestar atención a los empleadores. Durante 60 años se ignoraron sus requerimientos y el foco se centró exclusivamente en los derechos del trabajador y del consumidor (es decir, en la base electoral) y por ese camino sólo hemos logrado empleados cada vez más pobres y consumidores de segunda.
Aunque parezca paradójico, hoy día la vía más efectiva para acceder a un nivel más alto de justicia social pasa por motivar y facilitar la tarea de los empleadores y los emprendedores, aun cuando éstos carguen con los mismos defectos y virtudes del común de los argentinos. Si no les allanamos el camino, la estructura productiva no se desarrollará y correremos el riesgo de que el pelotón que hoy integramos nos deje afuera, y que los jóvenes que en unos años laven copas en los restaurantes de Santiago de Chile o de San Pablo dupliquen el ingreso de sus colegas locales. El crecimiento en esos países se basa en una acción mancomunada entre Estado y sector privado, y con la convicción de éste, que el Estado no modificará las reglas de juego con las cuales decide sus inversiones, ya sea con impuestos sorpresivos o topes a los precios para favorecer al consumidor.
Cada vez que el Estado irrumpe en el mercado para sacrificar la rentabilidad empresaria en favor del consumo, está relegando la inversión -porque ningún empresario invierte si no tiene rentabilidad y reglas estables-, y sin inversión no evolucionarán ni la estructura productiva ni el consumo social en el mediano y largo plazo. Hace 60 años nuestro país tenía la estructura productiva más desarrollada y pagaba los salarios más altos de América latina. Hoy Brasil produce aviones y muy pronto fabricará helicópteros y submarinos. Más allá de que la soja ceda en forma directa al fisco casi la mitad de su valor y sea un factor decisivo en la recaudación, la Argentina no debe depender exclusivamente de su cultivo ni solamente del agro. Debería fomentar la diversificación de su producción, tratando de incluir un mayor grado de componente innovativo. A diferencia del alto gasto de los años 90, que se financió con venta de activos públicos y crédito externo, el de esta década se sustenta en bases más sólidas, con una producción agrícola que creció en volumen y precios excepcionales. Esos nuevos precios internacionales nos han retrotraído a un escenario similar al de hace 60 años. Ello no alcanza si sólo sirve para recrear la ilusión del consumo de otras épocas. Debería ser la ocasión para generar un envión productivo que brinde un nuevo nivel de bienestar y mayor justicia social para todos los argentinos, incluidos obviamente los jóvenes que lavan copas. El autor es empresario.
Política
El gremio de Moyano, en la mira judicial por un crimen
Avanza la causa por la muertede Beroiz; hermetismo gremial
El líder de la CGT le dijo a Kirchner que el caso no lo toca
El sindicalista conserva apoyo para ir al PJ y para ser reelegido en la central obrera
Cómo el sindicato de los camioneros se convirtió en una herramienta de poder
Recibe $ 200 millones anuales en subsidios; controla el transporte de carga y peajes
Hoffa, el modelo que marca al líder sindical
El crimen del dirigente camionero
"Ahora hay que ir por los autores intelectuales"
Es el reclamo de la hermana de Beroiz
Los cien días de Cristina: crecimiento, inflación y reformas pendientes
El desafío de hallar un perfil propio
Comenzó el gobierno con intención de mejorar las relaciones exteriores, pero hubo traspiés con otros países; alianzas clave
Las mismas alianzas
La economía, en "piloto automático"
Hubo pocos cambios en la gestión
Menos conflictos con la Corte Suprema
El Gobierno puede contar con jueces afines
Los cien días de Cristina: contraste con la gestión de su marido
Se consolidó la imagen positiva en tres meses
Inseguridad e inflación, los dos mayores reclamos populares
Los negocios con Venezuela
La relación cada vez más estrecha entre los dos gobiernos ha impulsado un fuerte comercio entre ambos países que transcurre por carriles informales donde aparecen figuras como los intermediarios, que ocupan un lugar reservado para la Cancillería
No confían en Enarsa como socia
Creen que no tiene capacidad financiera para trabajar con Pdvsa en el Orinoco
Relación bilateral
Sigue trabado el salvataje de SanCor
De los US$ 135 millones comprometidos por Venezuela, sólo llegaron 15 millones; se espera una decisión política de Chávez
Bicicleta financiera con bonos argentinos
Así eluden el control de cambio
Después de la devaluación, en la Argentina prefieren ejecutivos que tienen entre 45 y 50 años y, además, que sean locales
Es difícil encontrar talentos
La Argentina pierde lugares en el mundo
Al margen de la semana
Un gobierno que se mete en casi todo
Una tradición que volvió a la Plaza de Mayo
Una fiesta musical de los granaderos para la gente
Casi 2000 personas asistieron ayer al cambio de guardia
Encuesta de TNS Gallup para LA NACION
Los argentinos, orgullosos ante el arribo de extranjeros
Lo consideran clave para la economía
Noche inolvidable en Vélez: la vuelta de un grande del rock
Bob Dylan emocionó a varias generaciones de fanáticos
El legendario músico se presentó ante casi 25.000 espectadores que lo ovacionaron
El hombre que cultivó mil estilos distintos
Cultura
Inquietantes datos del Ministerio de Educación
No aprueba ninguna materia el 25% de los universitarios
Alumnos de distintos niveles descubren que no es su vocación o fracasan en los exámenes
Opinión
Editorial I
En secreto, la SIDE gasta cada vez más
Editorial II
Enseñar en el amor y el diálogo
Nada para la sociedad; todo para el Estado
Por Mariano Grondona