Lunes 16 de febrero de 2015 | Publicado en edición impresa
El Papa ratificó el rumbo y pidió "no condenar a nadie eternamente"
El Mundo - En una misa que concelebró con los nuevos cardenales, defendió su apertura y apuntó a los que se "escandalizan" con los cambios que impulsa; fue una de las homilías más fuertes de su pontificado
Por Elisabetta Piqué | LA NACION
ROMA.- "El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie eternamente y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero." En una de las homilías más importantes de su pontificado, el Papa reafirmó ayer el rumbo renovador que quiere imprimirle a la Iglesia Católica, más allá de las resistencias. E insistió en llamar a los líderes de las iglesias de todo el mundo a volver a la raíz del Evangelio, dando, como Jesús, especial testimonio de compasión y misericordia hacia los marginados de hoy. "Jesús no tiene miedo de los obtusos que se escandalizan de cualquier apertura", dijo Francisco en la misa que concelebró con 20 nuevos cardenales (entre ellos el argentino Luis Héctor Villalba) y el Colegio Cardenalicio, ante obispos de todo el mundo en la Basílica de San Pedro. Entrelíneas, el ex arzobispo de Buenos Aires aludió a las resistencias que su pontificado, criticado por sus aperturas hacia cuestiones antes consideradas tabú, está enfrentando.
Las críticas se hicieron evidentes durante el sínodo de octubre pasado, cuando obispos de todo el mundo se reunieron para discutir temas que hacen a las familias de hoy, como la comunión a los divorciados vueltos a casar, que no pueden comulgar. Como los obispos volverán a reunirse en un segundo sínodo sobre las mismas cuestiones en octubre próximo, las palabras dichas por el Papa resultaron cruciales. "El camino de la Iglesia, desde el Concilio de Jerusalén en adelante, es siempre el camino de Jesús, el de la misericordia y de la integración. Esto no quiere decir menospreciar los peligros o hacer entrar los lobos en el rebaño, sino acoger al hijo pródigo arrepentido; sanar con determinación y valor las heridas del pecado; actuar decididamente y no quedarse mirando de forma pasiva el sufrimiento del mundo", dijo Francisco. El sermón, intenso y más largo que los que suele pronunciar, como siempre giró en torno de la lectura del día, sobre el episodio de Jesús que cura al leproso con sólo tocarlo. Francisco recordó que en ese tiempo los leprosos eran despreciados, abandonados, excluidos, "muertos vivientes", segregados en campamentos por una sociedad que por ley los marginaba para salvar a los "sanos". "Para Jesús, lo que cuenta es salvar a los lejanos, curar las heridas de los enfermos, reintegrar a todos en la familia de Dios. Y eso escandaliza a algunos", evocó. "Y Jesús no tiene miedo de este tipo de escándalo. Él no piensa en las personas obtusas que se escandalizan incluso de una curación, que se escandalizan de cualquier apertura, de cualquier paso que no entre en sus esquemas mentales o espirituales, a cualquier caricia o ternura que no corresponda a su forma de pensar y a su pureza ritualista. Él ha querido integrar a los marginados, salvar a los que están fuera del campamento", explicó. La frase hizo pensar en los divorciados vueltos a casar que son excluidos de la comunión o son "excomulgados de facto", como dijo el Papa en una reciente entrevista con LA NACION, recordando que tampoco pueden leer durante misa una lectura ni ser padrinos de confirmación.
El Papa habló de dos lógicas de pensamiento y de fe: el miedo de perder a los salvados y el deseo de salvar a los perdidos. "Hoy también nos encontramos en la encrucijada de estas dos lógicas", indicó.
Francisco recordó que también San Pablo en su momento "escandalizó y encontró una fuerte resistencia y una gran hostilidad, sobre todo de parte de aquellos que exigían una incondicional observancia de la ley mosaica". También San Pedro fue criticado en su tiempo cuando entró a la casa de un centurión pagano.
Destacó, por otro lado, que la caridad no puede ser "neutra, aséptica, indiferente, tibia o imparcial", sino que contagia, apasiona, arriesga y compromete. "La caridad es creativa en la búsqueda del lenguaje adecuado para comunicar con aquellos que son considerados incurables y, por lo tanto, intocables. Encontrar el lenguaje justo. El contacto es el auténtico lenguaje que transmite, fue el lenguaje afectivo el que proporcionó la curación al leproso", subrayó. Llamó luego a los nuevos cardenales a no encerrarse en una casta. "No tengan la tentación de estar con Jesús sin querer estar con los marginados, aislándose en una casta que no tiene nada de eclesial", advirtió. Y los invitó a servir a Jesús en toda persona marginada, que tiene hambre, sed o está desnuda; en aquellos que han perdido la fe o que se declaran ateos; en quien está en la cárcel, enfermo, sin trabajo, que es perseguido o discriminado. "No descubrimos al Señor si no acogemos auténticamente al marginado", dijo. "Recordemos siempre la imagen de San Francisco, que no tuvo miedo de abrazar al leproso y de acoger a aquellos que sufren cualquier tipo de marginación." Y concluyó: "En realidad, queridos hermanos, sobre el Evangelio de los marginados se juega nuestra credibilidad".
Un llamado a no "escandalizarse"
El Papa envió un mensaje directo a sus críticos
- "El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie eternamente y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero"
- "Esto no es menospreciar los peligros o hacer entrar los lobos en el rebaño, sino acoger al hijo pródigo arrepentido; sanar las heridas del pecado; no quedarse mirando de forma pasiva el sufrimiento del mundo"
- "Para Jesús lo que cuenta es salvar a los lejanos, reintegrar a todos en la familia de Dios. Y eso escandaliza a algunos. Jesús no tiene miedo de este tipo de escándalo. Él no piensa en las personas obtusas que se escandalizan [...] de cualquier paso que no entre en sus esquemas mentales o espirituales"
- "No tengan la tentación de estar con Jesús sin querer estar con los marginados, aislándose en una casta que no tiene nada de eclesial"
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