Opinión - Gobernar desde la debilidad
Sergio Berensztein
Los principales indicadores de opinión pública sugieren que el gobierno nacional ha sufrido un desgaste muy significativo durante el primer año de gestión de Cristina Fernández de Kirchner. Una mayoría de argentinos se manifiestan preocupados por el actual estado de cosas: angustiados por la inseguridad, agobiados por los problemas económicos. Esto ocurre a pesar de que los efectos de la crisis global apenas están comenzando a ser perceptibles para la ciudadanía.
¿Cuánto de esto responde a cambios objetivos de la realidad o, por el contrario, a un mero fenómeno de expectativas? Una combinación caprichosa de ambas cuestiones ha venido destilando un cóctel corrosivo para la imagen de los Kirchner. Indudablemente, el largo conflicto con el campo les generó un daño extraordinario en términos de apoyo social y de reputación, catalizando una erosión creciente derivada del fenómeno inflacionario y de los escándalos de corrupción, ambos sistemáticamente negados por el oficialismo.
Nótese, sin embargo, que en los últimos meses se han moderado las expectativas inflacionarias, en el contexto de la rápida desaceleración del crecimiento. Las encuestas de victimización no han variado significativamente, a pesar de que la inseguridad se afirmara como el principal motivo de preocupación. Decisiones audaces y controversiales, como la estatización de las AFJP y la expropiación de Aerolíneas Argentinas, han contado con bastante apoyo en la opinión pública.
No obstante ello, los Kirchner no han logrado mejorar su imagen ni revertir el mal humor social. Esto tal vez permita comprender la lógica de los cambios anunciados en los últimos días: el Gobierno parece querer aprovechar la crisis para la relanzar la gestión y recuperar el terreno perdido.
En verdad, desde comienzos de agosto los Kirchner habían intentado con suerte diversa retomar la iniciativa. Con la llegada de Sergio Massa (junto con Daniel Scioli, los oficialistas con mejor imagen en la actualidad), Cristina ensayó cambios comunicacionales y anunció la reapertura del canje de la deuda y el pago al Club de París. Parecía que la Argentina volvería por fin al mundo cuando la caída de Lehman Brothers abortó de un plumazo esa operación nonata.
A partir de entonces, los Kirchner prefirieron volver a las fuentes, profundizando el estatismo y el control de los recursos económicos, públicos y privados. Debido a simpatías ideológicas, pragmatismo y/o las crecientes urgencias presupuestarias que sufren las provincias, el Congreso volvió a su manso papel de notario de la voluntad presidencial.
